RATA DE TÚNEL

2004 / 12 minutos / Suspense

SINOPSIS:

Un ladrón intenta acceder a su botín a través de un estrecho conducto de ventilación, pero su recorrido se convierte en una pesadilla que le irá consumiendo lentamente, a medida que se arrastra hacia un destino cada vez más incierto.

Premio RTVA a la Creación Audiovisual Andaluza (III Certamen de Cortometrajes “Thanatos 2005” de Écija)
Mejor Corto de Autor Linarense (1º Certamen de Cortometrajes “Ciudad de Linares”)
Mejor Corto (1º Certamen de Cortometrajes SILES CINEMA)
Mejor Producción Amateur (X Certamen de Creación Audiovisual de Cabra)
Segundo Premio, Mejor Actor y Mejor Fotografía en vídeo (9º Festival de Jóvenes Realizadores de Zaragoza)
Mejor Dirección y Mejor Fotografía (3º Certamen de Video Joven DisfrutaJaén)
Premio del Público (I Noviembre en Corto – Guionistas.net)
Mejor Making Of (I Festival de Cortometrajes de Sant Vicenç de Montalt – SANVIFILMS)

CÓMO SE HIZO “RATA DE TÚNEL”

Mis compañeros de Mundo Ficción, con los que llevaba rodando cortos desde 1999 y con los que había montado una productora con el mismo nombre, empezaron a conseguir subvenciones para sus proyectos en 35 mm., que aún era el formato cinematográfico por excelencia antes de que llegara la revolución digital. Yo también me presenté a las ayudas al desarrollo de proyectos con Argonauta, un corto sobre un astronauta moribundo en Marte, que pretendía rodar en Tenerife con la participación de varios artistas canarios.

No me concedieron la subvención y aparqué el proyecto porque era imposible de realizar con mis propios medios. Tenía otro guión titulado Cuando Apolo encontró a Dionisos que tampoco iba a ser barato, así que me dediqué a participar en los cortos de mis compañeros, casi siempre como montador. Uno de ellos, Go Home, fue seleccionado en el Festival de Sitges de 2001 y allí fuimos a pasar unos días de octubre que nos sorprendieron con unas temperaturas muy calurosas. Conocimos a los argentinos de Farsa Producciones, que presentaban un corto de zombies, y compartimos risas con el actor Darío Paso, que luego trabajaría en otro corto de Mundo Ficción titulado Los Diez Pasos.

En el verano de 2002 rodamos una “road movie” titulada Sé de un Lugar que nos llevó desde Sevilla hasta los Picos de Europa por la Ruta de la Plata. Fue una locura en la que yo estuve de ayudante de producción y luego me encargué de su montaje, pero la película no tuvo mucho futuro y además causó fricciones en la productora, donde éramos muchos y al final quedaron unos pocos.

Frente a la cartelera del Festival de Sitges y en los Picos de Europa, meta de la road movie Sé de un Lugar

Viendo que mi etapa en Sevilla tocaba a su fin y que sólo había dirigido dos cortos que no podía mover por festivales, me planteé rodar otro que fuera lo más barato posible pero que tuviera un buen acabado técnico y sobre todo una duración que me permitiera distribuirlo.

Entre los múltiples proyectos que Gonzalo Bendala y yo compartimos a lo largo de 4 años de rodajes había uno suyo que me llamaba la atención. Se titulaba Única Salida y era una historia ambientada en un futuro cyberpunk sobre un ladrón que se introducía en una red subterránea de alcantarillas para escapar de la policía. En su periplo por el laberinto de túneles encontraba todo tipo de obstáculos, incluyendo una babosa gigante que le hacía retroceder hasta que finalmente quedaba atrapado en una habitación tan pequeña que no le permitía escapar.

La historia de Gonzalo habría sido un cómic genial para la revista “Zona 84”, pero como cortometraje tenía muchos elementos complicados a nivel de producción. Sabiendo que el tiempo corría en mi contra, me propuse adaptarla a nuestras posibilidades para rodarla con lo justo y necesario, ya que a principios de julio haría las maletas para volverme a Linares.

En primer lugar simplifiqué el laberinto de alcantarillas a un único conducto por el que no se podía caminar ni correr, sólo arrastrarse.

En segundo lugar eliminé a los policías para ahorrar personajes.

Y en tercer lugar cambié el motivo por el que el protagonista decidía meterse en el conducto. Ya no huía: lo hacía para explorarlo como reto personal: iba equipado con una linterna y arrastraba una mochila atada a su cintura en la que llevaba barritas energéticas, botellas de agua, una cinta métrica y un cuaderno para ir midiendo y anotando la distancia recorrida.

El drama de la historia sucedía cuando quedaba atrapado en el conducto. En la primera versión del guión llegaba a pasar dentro más de tres días hasta que finalmente caía en una sala aséptica y completamente vacía… a excepción de una mesa sobre la que descansaba un sobre. A duras penas conseguía arrastrarse hasta la mesa para coger el sobre y abrirlo. Dentro había un papel con la frase: «detrás de ti». El personaje se daba la vuelta y veía un cartel sobre el agujero por el que había caído, con la palabra «EXIT». El guión terminaba con el personaje gritando y riendo enloquecido, consciente de que estaba condenado a volver por donde había venido si no quería morir en esa habitación.

Dibujé una serie de viñetas con conceptos de la historia: el personaje comprando sus provisiones, viendo el mapa, entrando en el conducto, arrastrándose y tirando de su mochila, sufriendo un calambre, quedándose sin agua, bebiendo su propia orina, sufriendo por la falta de oxígeno, cayendo en la sala final y aprendiendo a incorporarse después de varios días tumbado. No era un storyboard pero me ayudó a visualizar el guión.

Cuando le conté la historia a mis compañeros me dijeron que se parecía a la película Cube y que el corto podía ser muy lento sin diálogos, ya que el personaje estaba solo y no iba a hablar consigo mismo. Por eso recuperé al ladrón original y justifiqué su viaje por el conducto como único camino para acceder al objeto que pretendía robar. En la primera secuencia describí un lugar abandonado y ruinoso en el que se encontraba el ladrón, mirando el plano y abriendo la entrada del conducto. Para que hubiera diálogos añadí otro personaje que se comunicaba con él a través de un auricular: la persona que le había contratado para robar «el trofeo». De esta manera los diálogos aportarían la información necesaria para entender la situación inicial, y poco después dejarían de escucharse para centrar la historia en el sufrimiento del personaje.

Como ya pasó con El Legado de Atecna y Veritas, este corto comenzó llamándose de una forma y terminó con un título más apropiado. Gonzalo me propuso cambiar Única Salida por Alta Seguridad, pero no me convenció y lo mantuve provisionalmente hasta que rematé el guión.

Mi padre y mi hermana me habían dado la idea de que todo acabara en la celda de un manicomio, pero no veía cómo unir eso con el principio hasta que convertí la historia en una venganza: la persona que había contratado al ladrón le había tendido una trampa por algo que le robó en el pasado, y en lugar de encerrarlo en un manicomio iba a dejarlo atrapado en una mazmorra.

Con este final me resultó más fácil encontrar el título definitivo: Rata de Túnel era perfecto porque el protagonista era la víctima de un juego maquiavélico, un cobaya humano que al final terminaba en una jaula. Y también era una referencia a los «ratas de túnel» de la Guerra de Vietnam, soldados americanos que se introducían en los túneles del Vietcong armados sólo con una pistola y una linterna, y que en cualquier momento podían encontrarse con el enemigo o con una trampa mortal.

Cuando terminé el guión mis compañeros se interesaron en producirlo, pero querían complicarlo mucho a nivel técnico para asegurarse un buen resultado. Plantearon usar el plató de la Facultad porque allí había más luces, cuando realmente la iluminación del corto no requería tanto artificio. De hecho hicimos una prueba en el salón de mi piso con una caja de cartón y un flexo, y vimos que una sola fuente de luz era más que suficiente para iluminar al personaje de forma realista en el estrecho espacio que iba a recorrer.

Respecto al casting, mis compañeros propusieron buscar a un actor profesional y yo preferí ahorrármelo porque conocía la historia y me veía capaz de interpretarla. El debate no duró mucho porque había otros cortos en 35 mm. que les estaban esperando y prefirieron dedicarse a ellos y desentenderse del mío. Al final Rata de Túnel quedó en manos de las únicas tres personas que confiábamos en él: Gonzalo Bendala, Marta Velasco y yo.

Descartado el plató de la Facultad, ofrecí mi piso para rodar el corto. Era el tercer año que vivía en él y al marcharse mis primeros compañeros (dos de los actores de Veritas) tomé posesión del dormitorio grande, que tenía cama de matrimonio, y me convertí en «el jefe» porque los nuevos inquilinos me pagaban su alquiler y yo le ingresaba al casero las tres mensualidades juntas. Sólo tenía que esperar al final del curso para que se marcharan y poder disponer del piso a mi antojo.

Pero yo también tenía que dejarlo a principios de julio. Eso nos dejaba dos semanas para los preparativos y el rodaje.

Y no sólo había que construir el conducto sino la celda del final. Como no iba a dar tiempo a todo decidimos rodar primero la secuencia de la celda y postponer el resto del corto hasta después del verano. Gonzalo tenía previsto hablar con su padre para que nos volviera a dejar su estudio, donde ya rodamos parte de El Legado de Atecna, y por eso nos centramos en resolver con urgencia la parte más complicada de la historia.

Para construir la celda necesitábamos todo el espacio del salón y una habitación libre como almacén de muebles y material. Usamos la de uno de mi compañeros cuando dejó el piso, y durante una calurosa semana de junio Gonzalo y yo creamos la celda a partir de una estructura de poliuretano. Compramos paneles gruesos para el suelo, que debía soportar mi cuerpo arrastrándose, y otros más ligeros para las paredes, además de un bloque lo suficientemente ancho para vaciarlo en forma de arco. En él encajamos unos barrotes hechos con tubos de PVC y pósters de películas enrollados y cubiertos de pintura metálica y arena para simular óxido. La salida del conducto, por la que el ladrón cae a la celda, era una simple caja de cartón colgada de la pared por una de sus solapas, que estaba presionada contra uno de los muebles del salón mediante una pila de revistas… ¡y un servilletero de bar!

A simple vista parecía que la estructura podía derribarse de un soplido, pero comprobamos que aguantaba la acción de la secuencia y entonces procedimos a desmontarla para cubrir todos los paneles con cemento. Hacíamos la mezcla en el salón y al terminar con un panel lo transportábamos con cuidado al almacén para dejarlo secar y continuar con el siguiente. También cubrimos con cemento el arco de los barrotes y la caja de cartón para que tuvieran más consistencia, y cuando montamos la estructura rellenamos todas las esquinas. 

Utilizamos un spray de pintura negra para oscurecer algunas zonas y crear algo de relieve. Arrancamos matojos de una explanada cercana y los colocamos por las paredes y el suelo, fijándolos con más cemento. Añadimos telarañas en el arco y la abertura del conducto, y al final extendimos una tela negra sobre la celda para que la luz entrara únicamente a través de los barrotes.

Finalizada la construcción, el 28 de junio nos sentamos junto al decorado para cenar algo rápido, y después me sometí a una sesión de maquillaje que me dejó guapísimo: ojeras, arañazos, desolladuras… Tenía que dar la impresión de que el ladrón llevaba tres días metido en el conducto y al final salía hecho un Ecce Homo. Cuando se hizo de noche encendimos un foco para iluminar la celda y comenzamos: Gonzalo operaba la cámara, Marta supervisaba que la estructura se mantenía en pie mientras yo actuaba, y rodamos todos los planos del storyboard dejando para el final la caída del ladrón a la celda, porque sabíamos que cuando mi cuerpo atravesara la caja se destrozaría parte del decorado, como así sucedió.

Fotos de la celda y fotos del momento en el que me lancé de cabeza a ella

Terminamos de madrugada y como el piso era un primero que daba a una calle poco transitada, salí en busca de un contenedor de basura y lo coloqué debajo del balcón. Menos mal que no me vio nadie porque el aspecto que tenía era para asustarse. Con cuidado fuimos rompiendo y tirando las paredes y el suelo de la celda desde el balcón al contenedor, y guardamos un trozo que nos haría falta para el rodaje posterior en el conducto. A las 4 de la mañana el salón del piso parecía una zona de guerra. Tuvimos que dejar que el polvo se asentara durante la noche y yo pasé dos horas bajo la ducha para quitarme el «maquillaje» y poder dormir sin un casco de cemento.

Pero al día siguiente, en lugar de terminar la limpieza nos fuimos a Madrid porque Gonzalo y Marta tenían que resolver papeleo de Días Rojos, otro corto en 35mm. que iban a rodar en septiembre, y además habíamos quedado en la Estación de Atocha con la actriz Verónica Sánchez, que entonces estaba de actualidad por la serie de televisión Los Serrano, para ofrecerle el papel protagonista de un largo que escribí y que, como muchos otros proyectos de aquella etapa, no prosperó.

De vuelta a Sevilla terminé de limpiar el salón eliminando cualquier rastro de lo que allí había sucedido, recogí mis pertenencias, las metí en una furgoneta alquilada, y dije adiós a Sevilla después de siete años.

Foto promocional que utilicé para diseñar el cartel

En septiembre viajé a Alájar (Huelva) para participar en el rodaje de Días Rojos como figurante y foto fija. Allí conocí a Sebastián Haro, que interpretaba el personaje de un militar y con el que años más tarde trabajaría en Al Compás. Al término de este rodaje regresamos a Sevilla para retomar el de Rata de Túnel y, como ya había dejado mi piso, Gonzalo me alojó en su casa durante los días que estuve allí.

Tal y como estaba previsto, su padre nos dejó nuevamente el estudio donde rodamos El Legado de Atecna para montar el conducto, y acudimos a una empresa que suministraba materiales para instalaciones de ventilación. Nuestra primera idea era que el conducto fuera metálico, pero la desechamos cuando nos dimos cuenta de que iba a ser más caro y poco práctico para transportarlo. En su lugar compramos 4 planchas de polisocianurato, un compuesto ligero como el poliuretano y muy compacto, que se podía cortar con cúter. Además estaba revestido de una superficie plateada que rebotaba la luz, y eso nos ayudaría mucho con la iluminación. Para llevarlas al estudio alquilamos una furgoneta porque cada plancha medía 3 metros de largo por 1,20 de ancho, y aprovechamos que era otro primer piso para subirlas desde la calle al balcón, ya que era imposible meterlas por las escaleras.

Las planchas dobladas por la mitad dieron forma al conducto a lo largo de un pasillo

Con las 4 planchas montamos 6 metros de conducto cubriendo el extremo final con la tela negra para ocultar el truco y simular la oscuridad de la distancia. La estructura era aún más inestable que la de la celda, porque se aguantaba contra la pared únicamente por su propio peso y las planchas estaban apoyadas entre sí sin ningún tipo de sujeción, por lo que hubo alguna que otra toma falsa en la que el «techo» se me cayó encima. El storyboard era de 130 planos antes de llegar a la secuencia de la celda, pero no los rodamos linealmente por cuestión de planificación. Agrupamos todos los cenitales, luego todos los laterales… vigilando el raccord de vestuario y atrezzo. Eso hacía que alternáramos tomas en las que el personaje estaba tranquilo con otras en las que ya estaba loco, lo cual significaba ir de un extremo interpretativo a otro en cuestión de segundos.

El trozo de celda que habíamos guardado nos sirvió como suelo para un par de planos cenitales, y después le hicimos un agujero en el centro y volvimos a utilizarlo, esta vez como pared rota al principio del túnel. El inicio del corto era diferente en el storyboard porque empezaba en la oscuridad y la luz iba entrando a medida que el ladrón abría el conducto a martillazos, pero decidimos mostrarlo ya abierto para agilizar el rodaje. También prescindimos de la localización inicial en la que se veía al ladrón preparándose para entrar porque era más sencillo contar toda la historia desde el interior del conducto.

Preparativos de la secuencia de la entrada del ladrón en el conducto

Del 25 al 28 de septiembre me arrastré por los 6 metros de conducto una y otra vez, tirando de una bolsa de herramientas y de un alargador de corriente que mantenía encendido el flexo que convertimos en linterna, ya que habíamos empezado a rodar con una linterna auténtica que no daba suficiente potencia de iluminación. Fue premonitoria la prueba que hicimos en mi piso dentro de la caja de cartón, donde utilicé un flexo.

Marta fue la script y Gonzalo el operador de cámara y director de fotografía, orientándome para que colocara la «linterna-flexo» de modo que la luz rebotara en el interior del conducto y favoreciera cada plano. No utilizamos ninguna fuente de luz adicional salvo en las tomas finales en las que el ladrón ya ha perdido la linterna y se dispone a bajar por la salida del conducto. Para estas tomas volvimos a emplear el mismo foco de jardín con el que iluminamos la celda.

Fue una experiencia intensa y agotadora que hubiera vencido a otro en mi lugar. Yo conocía la historia y sabía lo que el personaje debía transmitir, pero aún así tuve que pasarlo mal para darle credibilidad. En septiembre seguía siendo verano en Sevilla y yo estaba encerrado con ropa de abrigo y un flexo a pocos centímetros de mi cara. El maquillaje de Auri Rodríguez apenas tuvo que exagerar el aspecto del personaje porque al cabo de unas horas el conducto era una verdadera sauna y hubo momentos en los que llegó a dolerme la cabeza después de varias horas sudando y gritando en su interior, pero me daba igual mientras los planos quedaran bien.

Aquí tienes más fotos del rodaje y un vídeo resumen del mismo con tomas falsas.

Después de un duro rodaje volví a Linares y apenas descansé porque necesitaba comprobar el material. Mi mayor temor era que la luz de la “linterna-flexo” fuera insuficiente y no se viera nada, lo cual habría significado el fin del corto. Pero Gonzalo hizo bien su trabajo y ahora me tocaba montarlo para averiguar si lo que habíamos rodado lograba su objetivo.

El storyboard me facilitó mucho el trabajo y respeté su orden en el montaje hasta el momento en el que el personaje se vuelve loco. Aquí improvisé y combiné diferentes situaciones en un collage que me sirvió para reducir la duración del corto y potenciar la sensación de angustia y claustrofobia. A partir de ahí seguí de nuevo con el storyboard como referencia hasta el final, donde tuve que elegir qué planos de la celda quería poner y cuáles sacrificaba en beneficio del ritmo. Uno de ellos fue el travelling final que se alejaba de la celda mostrando al ladrón atrapado en su interior. Pensé que era más impactante cortar a negro cuando su mano sale entre los barrotes.

El montaje de esta secuencia también me obligó a medir bien la duración de las frases del «malo» para que dijeran lo justo en el menor tiempo posible. La voz la puso Fran Parra, un amigo de Linares. Fui a su casa con mi ordenador portátil y un micrófono, y grabamos todas las frases. Luego las traté con un filtro para que sonasen a través del auricular del ladrón.

Respecto a la música, no quería una «banda sonora» como tal, sino más bien una «atmósfera», un ambiente malsano que contribuyera a generar incomodidad y claustrofobia. Jesús Perujo, que también estudió Comunicación Audiovisual en mi Facultad y actualmente trabaja como director de fotografía, fue el encargado de crear esa atmósfera combinando sonidos inquietantes y caóticos que le dieron al conducto su propia vida. Por último, el sonidista Daniel Herrera llevó a cabo la limpieza del sonido directo, ya que el único micrófono que utilizamos fue el de la cámara, y la mezcla final.

Comparativa del storyboard con el corto, cuya atmósfera musical fue obra de Jesús Perujo

Rata de Túnel se proyectó al público por primera vez el 12 de febrero de 2004 en una muestra de cortos que se celebró en el Teatro Cervantes de Linares. Las impresiones que recogí durante el intermedio le auguraban un buen futuro en el circuito de los festivales. Poco a poco fui enterándome de convocatorias para enviarlo y así descubrí que existía un universo particular en Internet donde la mayoría de los autores de cortos se conocían, charlaban en foros y estaban al corriente de lo que hacían los demás. Pero sobre todo me di cuenta del alto nivel de calidad que tenían y siguen teniendo los cortos españoles, superior al de muchas películas.

Durante dos años, Rata de Túnel recorrió numerosos festivales nacionales y algunos del extranjero. Con él viví una época de transición en la que los cortometrajes en vídeo eran considerados una categoría secundaria o amateur por debajo del formato sagrado del 35mm., que poco a poco fue perdiendo terreno a favor del cine digital. Invertí un buen dinero en su página web y en su distribución, que no sólo contemplaba los envíos en DVD sino mi propio desplazamiento, alojamiento y dietas para asistir a los festivales que me seleccionaban, como por ejemplo el de Sitges, al que regresé en 2005 y donde coincidí con Ismael Díaz y Jesús Perujo, que también estaban seleccionados con otro corto llamado Malos Hábitos.

En el mercado de cortos del Cinema Jove de Valencia (2004)

También estuve en mercados de cortos como el Cinema Jove de Valencia, al que fui con Gonzalo y Marta para promocionar Rata de Túnel, Días Rojos y El Húmedo Aroma de la Tierra, otro corto en 35mm. de Mundo Ficción. Allí compartimos stand con otros realizadores  andaluces.

Viajé a Clermont-Ferrand, en Francia, donde conseguí vender Rata de Túnel a una televisión canadiense, y lo incluí en un recopilatorio de cortos en DVD que se vendió en El Corte Inglés y la FNAC. 

Por su trayectoria me hicieron varias entrevistas en medios locales y provinciales que me dieron a conocer como director cuando había muy pocos haciendo cine en Linares y en el resto de Jaén.

Por fin había logrado el éxito con un cortometraje, un objetivo personal que tenía pendiente desde La Tenia.

Pero sobre todo conseguí lo que me había propuesto con esta historia: transmitir una sensación de claustrofobia que siempre escuchaba cuando el corto se proyectaba a oscuras en una gran pantalla y el público suspiraba o hacía comentarios sobre lo mal que lo estaba pasando.

El viaje del corto terminó donde empezó, en el Teatro Cervantes de Linares. El 10 de noviembre de 2006 Rata de Túnel «se jubiló» después de 50 selecciones y 11 premios, recogiendo en casa un último reconocimiento. Había dejado el listón en una buena posición y mi reto como cineasta era superarlo con la siguiente obra. En aquel momento tuve que plantearme seguir esperando esa subvención que nunca llegaba para rodar alguno de mis guiones más costosos, o repetir la experiencia de un corto pequeño como Rata de Túnel y esperar que tuviera su mismo éxito.

Entonces comencé otro viaje de tres años en el que un par de dioses me pusieron a prueba… y me hicieron sufrir más que en el interior del conducto.